jueves, 22 de marzo de 2012

Novedades 2012

Para el crítico norteamericano S. Menton un cuento puede leerse en menos de una hora.

Para el Escritor sudamericano se gana por nocaut en el mentón.

Para el bonaerense M. Caparrós el fútbol es un en sí narrativo por ello poco motivador.

Para mí se puede leer el fútbol en poco más de hora y media –más ya es extra time, pura cháchara o novela-, y ponerse -manos a la obra- a jugar el partido de vuelta.

Y entonces uno puede ganar, perder o empatar. (Y el empate, como todo el mundo sabe, sabe a derrota.)

[G. SOLAZ, Mi teoría sobre mi literatura]


Lo que le hincha las pelotas a G. Solaz es lo que las carga de tinta. Una y la misma cosa: Su afición. <<Si me he aficionado al deporte de la literatura>>, ha escrito nuestro autor alguna vez, <<es por practicar el noble arte del fútbol cada fin de semana>> . Lo tuyo es el combinado, la naturaleza compuesta, la competición de selecciones. El centauro en el terreno, donde hay de todo y cabe todo, cabeza y torso de hombre, cuerpo de caballo, vástago bastardo de un acervo que no responde únicamente al planeta Balón, orbe circular y cerrado de antiguos y medievales, por decirlo en terminología Koyreiana (de A. Koyré), sino a la curva abierta, abierta por Arthur Friedenreich (1892-1969), el Mulato de ojos verdes, futbolista mestizo con nombre de filósofo, hijo de padre alemán y madre brasileña, inventor del chanfle, o séase del tiro con efecto o trayectoria comba.

G. Solaz se enmarca dentro de una literatura futbolística particular, pues el ejercicio de las letras le presta sus músculos para tratar temas no necesariamente futbolísticos. La imagen del centauro, primo de los lápitas, refleja a todas luces la mezcla de Once más uno, un mudable muddy pitch donde se citan –no es primicia- el corazón y el cerebro –el graderío y el palco noble-, la épica, la tragedia y la comedia; un arco, un punto fatídico donde concurren, a distancia, el delantero y el guardameta, el zumbador de aire y el tumbado en el viento, el golpe de las ideas y el vuelo de los sentimientos.”

Que el fútbol es un motor de emociones lo sabe hasta quien nunca ha visto a Maradona abrir juego por las alas. Que es también y por ello causa material de literatura, lo sabe incluso aquel que jamás ha batido sus alas por no haber abierto un libro. Lo que ya no es tan evidente es que el balompié sea capaz de generar ideas. G. Solaz (Valencia, 1979), para la editorial argentina 13x13, se destapa con un acopio de cuentos senti-mentales sobre el opio del pueblo según algunos intelectuales.

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